Las ideas de la clase dominante en cada época, o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. Cada nueva clase establece su dominio sobre una base más amplia que la anterior clase dominante, pero en revancha, la oposición entre la clase que domina ahora y la que no domina se agrava en profundidad y agudeza.
(Kant, Marx y F. Engels: La ideología Alemana)
Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio, refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y para ellos mismos sus problemas económicos y políticos, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones.
(Antonio Gramsci: Socialismo y Cultura)
Por Félix Herrera
Para el sistema capitalista dominar y controlar nuestro ocio, nuestro “Tiempo Libre”, nuestra cultura, no es solo una forma más de ampliar su radio de mercantilización sino que por sobre todas las cosas es una manera de tratar de evitar la subversión de las clases explotadas. Solo así se explica que la mayoría de la sociedad sea explotada, y a la vez, esa mayoría sostenga y se conforme con este modelo de sociedad. Es por la importancia que requiere este aspecto de la actual sociedad capitalista, que la cultura, claro está, no existe y no debe existir aislada de una sociedad, no se produce ni vive fuera de su contexto espacial y temporal, de sus relaciones con las condiciones y clases sociales, con las leyes sociales y económicas de una realidad concreta en un momento concreto de la historia.
El capitalismo como toda sociedad de explotación necesita producir y reproducir sus condiciones de vida, y entre ellas figuran sus representaciones del mundo y sus imágenes del mismo. Producir mecanismos ideológicos. Mitos, valores, normas ocultas. etc. para perpetuar la dominación. Toda producción ideológica es también una relación política, una relación de poder, y esto nos indica que la cultura es un espacio de conflictos ideológicos, y en el capitalismo además, es un útil mercado de productos ideológicos.
Se ha producido una expansión de la cultura hasta hacerse co-extensiva a la economía (que se nos presenta continuamente en la publicidad de hoy día). Estamos sumergidos bajo un bombardeo mediático intenso desde todos los ángulos y donde se nos entregan los mensajes sin memoria, sin sentido de proceso, sin que se nos active un concepto de historia y de lo histórico. El negocio cultural le resulta a la burguesía doblemente rentable, pues a la vez que adquieren beneficios, hace propaganda de su opción política e ideológica entre todos aquellos que absorben los mensajes adquiridos a través de su difusión cultural.
Este avance de la burguesía en el campo cultural provoca a su vez que el creador individual que quiera hacer llegar su obra a las masas, deberá asumir que en el mercado hay ciertas leyes impuestas para que lo controlen, y que tendrá que aceptarlas en lo que respecta al fondo, la forma y las renuncias.
Ahora bien, en este comienzo de siglo la producción cultural en Argentina y en el resto de América Latina se realiza en un paisaje social en el que una muy buena parte de las clases trabajadoras están atemorizadas, atomizadas por el nuevo poder fáctico adquirido por el empresariado y su política neoliberal que pisotea sin tapujos los derechos duramente adquiridos por los trabajadores, y por otro lado, esa misma clase de trabajadores muestra una cierta desconfianza hacia algunas organizaciones de izquierda, vistas como agencia de servicios políticos que responden a sus propios intereses y que son impermeables a los problemas reales de las gente, y entre ellos los culturales.
Estamos acostumbrados a denominar como cultura popular a la indígena, la obrera, la campesina y la urbana, las que generan distintas condiciones laborales, la vida barrial y los medios de comunicación alternativos. La cultura popular puede ser entendida como: el resultado de la apropiación desigual de los bienes económicos por parte de los trabajadores y cómo somos capaces de traducir esos bienes económicos y simbólicos a sus realidades. Es en esta realidad de la cultura popular, donde nosotros debemos situarnos, y que debe ser entendida como un gran instrumento para lograr una transformación social profunda, es decir como una verdadera cultura antagonista al sistema neoliberal.
Inmersos en la actual dominación ideológica y cultural es necesario abrir espacios colectivos: de participación comunitaria, de prácticas democráticas, de construcción de organizaciones sociales. Es necesario romper la invisible tela de araña ideológica que nos atrapa y poner en marcha iniciativas emancipadoras culturales. Combatir fuertemente el fomento del individualismo del ser-objeto, dedicado al consumo y la mercantilización del tiempo libre. Es necesario construir lo colectivo, el ser-sujeto, que es participativo y creador de nuevas manifestaciones culturales.
Una de las luchas fundamentales en el plano cultural es la creación y recuperación de espacios libres y públicos que sirvan para desarrollar actividades culturales desde los antagonismos de clase. Y además el espacio recuperado deber ser el lugar de confluencia de distintos colectivos organizados, que los potencie y retroalimente. Estos centros o espacios públicos creados o recuperados, si son verdaderamente enfocados hacia las clases populares y son alejados de actitudes marginales o sectarias, pueden y deben ser grandes focos de una verdadera cultura antagonista al sistema neoliberal.
LA CULTURA: BASE PARA TODA PROPOSICION SOCIAL Y POLITICA
La cultura, la idiosincrasia, debería ser el eje en el que debe basarse la política y todas las manifestaciones humanas, y considero que es un tema de suma importancia, reiterar, que no debe dejarse de lado. Por desgracia es el caso de prácticamente todos los partidos y organizaciones políticas, las que elaboran sus políticas en función de ideales, que si bien son sanos, objetivos y honestos, se sigue cometiendo un grave error político: no tomar en cuenta las realidades que la gente pretende representar en sus historias, tradiciones, necesidades, deseos, carencias, etc.
Por estas razones, muchos proyectos “Políticos” han fracasado. Muchos movimientos y partidos sólo usan de la cultura, algunas manifestaciones artísticas, solamente para acompañar actos políticos, pero sin preocuparse de cómo cultivar y valorizar lo auténtico de cada sociedad.
NUNCA PODREMOS GANAR LA BATALLA CONTRA LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y CULTURAL QUE NOS IMPONE EL IMPERIO, SI NO DESARROLLAMOS ALTERNATIVAS PROPIAS EN DEFENSA DE NUESTRO PATRIMONIO CULTURAL.
Nuestra tarea como revolucionarios es luchar por estos valores, y para ello debemos recuperar: los valores y las formas comunistas de trabajo: mientras más cercano a las masas, más unidad de acción, más trabajo colectivo, más fortaleza ideológica, más control celular, más vigilancia revolucionaria y por supuesto más educación política, más cerca estaremos de recuperar nuestra identidad cultural, ya que desde sus inicios, el partido ha estado ligado fuertemente a la gestión cultural, destacándose por su histórica dedicación a esta, desde la labor realizada por diversos dirigentes, quienes se valieron del arte como arma política, hasta las iniciativas más actuales que se han utilizado para desarrollar nuestra política a través del arte. Es así como hemos contado siempre con notables artistas en nuestras filas, quienes han forjado un fuerte legado cultural, contando así con una permanente creación de la cultura de izquierda.
Cabe mencionar, que el trabajo cultural de los comunistas, no debe ser ni es cualquier acercamiento, es el contrario dialéctico a la cultura generada por el sistema, aquella cultura oficial impuesta por los medios de comunicación y concebida para oprimir, para no pensar, que dé cuenta de la diversidad y por sobre todo que sea un rescate de lo popular, que se constituye como nuestra identidad de clase.
En este sentido nuestro deber como partido y juventud, es ser el motor propulsor del un movimiento cultural, para el cual es necesario dejar de lado ciertos sectarismos, sesgos y prejuicios que persisten en nuestras filas especialmente en lo que se refiere a nuevas expresiones culturales, sin valorar la esencia contestataria que muchas de estas tienen, y que son fuente primordial de la cultura de nuestros pueblos.
Necesitamos por lo tanto, pensar y actuar como revolucionarios, dándole el significado real a las palabras claves como: libertad, unidad, organización, democracia, participación, socialismo, liderazgo, poder.etc. De más está decir que existen hoy condiciones muy objetivas y subjetivas que hacen tremendamente factible el trabajo político por medio de la cultura, dado que la cultura tiene un probado poder aglutinador y movilizador de la gente adulta y joven. Además, debemos considerar que la necesidad cultural se ha instalado en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad, existiendo un encendido interés de los jóvenes por expresarse artísticamente, como una forma de rebeldía.
El trabajo del partido hacia los jóvenes debe ser sin intenciones impositivas, ni manipuladoras, de ser así caeríamos en la forma de política tradicional, lo cual nos generaría un efecto contraproducente. La cultura debe ser una herramienta de llegada e inserción en la juventud, para pasar a ser un arma de construcción social.
Siendo coherente con lo aquí planteado y con las orientaciones que debe asumir el partido con respecto a la cultura, es que se debería de luchar por posicionar al partido y la juventud de una clara política cultural de masas.
Uno de los objetivos centrales de la discusión a desarrollar es darle un nuevo impulso a la mística militante, poniendo el centro de nuestro quehacer el sentido de ser comunista, mediante el rescate de nuestros símbolos, la historia de nuestros principales artistas del pasado y futuro y reposicionar el carácter del compromiso político, es decir, no sólo abandonar la mirada unilateral de éste, centrada solo en la acción cultural o artística instalada en el vacío social, sino luchar por rescatar su pensamiento, conciencia y el compromiso social, que siempre los caracterizó en sus obras y en todas sus dimensiones.
Pensamos que debemos aprender del sentido profundo que se le debe dar a la cultura como creación popular, como elemento de lucha contra la ignorancia y los vicios que somete el neoliberalismo en los pueblos.
Por esto es muy necesario que desde el partido y la juventud se realice un trabajo en todos los planos de acción, en donde la cultura se transforme en política y la política se transforme en cultura.
Queremos y debemos construir una cultura en movimiento, un espacio amplio y serio, en el que se discutan y difundan los debates del mundo cultural y la lucha contra el neoliberalismo; crear un centro del pensamiento y la acción donde confluyan las diferentes experiencias del canto popular, la poesía, la lectura, la pintura, etc. Y que sirva para las propuestas innovadoras, unitarias y responsables. Con un trabajo de corto, mediano y largo plazo, ya que la cultura no es sólo para quien la realiza sino para quien la observa y se nutre de ella. No es algo exclusivo de un sector o grupo determinado. Todos somos capaces de crear, por lo tanto, todos tenemos que ser capaces de abrir espacios a nuestra cultura.
Por ultimo al hablar de nuestras culturas es necesario provocar la inclusión como actor fundamental del desarrollo cultural a los trabajadores y a los estudiantes, y no dejar a fuera temas como la injusticia, los DD.HH, la conciencia social y el desarrollo de nuestras sociedad.
En definitiva Cultura y Política van siempre de la mano. Política y Ética son imprescindibles.
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